
Anteriormente, en la parte I de este artículo hemos comentado algunos de los castros celtas que puedes visitar en las Rías Baixas. En esta segunda parte, te traemos otros que también merece la pena ver.
Castro de Adro Vello
Situado junto a la playa de O Carreiro, en O Grove, se encuentra este yacimiento arqueológico de Adro Vello que ofrece unas vistas excepcionales de la ría de Arousa. Los trabajos de investigación en este sitio han desvelado la existencia de una antigua factoría de salazón, que posiblemente estuviera asociada a una villa romana o incluso precediera a esta. Este hallazgo sugiere que el área jugó un papel importante en las actividades económicas de la región, especialmente en lo que respecta a la conservación y comercio de productos marinos.
Con el paso del tiempo, sobre los cimientos de este asentamiento romano se construyó una estructura eclesiástica acompañada de una necrópolis de inhumación, lo que indica la evolución del sitio y su adaptación a las necesidades y creencias de sus habitantes a través de las diferentes épocas.
Posteriormente, se construyó una torre y se llevaron a cabo obras para monumentalizar las estructuras existentes, acciones probablemente motivadas por la necesidad de vigilar la ría de Arousa ante la amenaza de incursiones vikingas. Este último aspecto destaca la importancia estratégica del lugar, no solo desde un punto de vista económico y religioso, sino también militar.
Castro de Penalba
En el corazón de la provincia de Pontevedra se oculta un valioso hallazgo arqueológico en Campo Lameiro: el Castro de Penalba. Este sitio se halla inmerso en una región destacada por una rica presencia de grabados rupestres, evidencia de una profunda conexión con las expresiones artísticas y rituales de tiempos antiguos. Originalmente, este asentamiento se remonta al Bronce Final, caracterizado por una sociedad que basaba su economía en la agricultura y la recolección.
Dominando la cima del lugar se encuentra la Pedra da Serpe, un petroglifo asociado con rituales de fecundidad, lo que subraya la importancia espiritual y cultural de este sitio para sus antiguos habitantes. Esta piedra, con su simbolismo y significado, se convierte en un testimonio silente de las creencias y prácticas de las comunidades que vivieron en la región.
En un estadio posterior de su desarrollo, los habitantes de Penalba construyeron un sistema defensivo alrededor del poblado. Este esfuerzo de fortificación indica una evolución en la estructura social y política de la comunidad, reflejando posiblemente un periodo en el que la protección y la defensa se volvieron prioritarias debido a cambios en el entorno o a la presencia de amenazas externas.
Castro de Troña
El Castro de Troña, ubicado en el municipio de Ponteareas, es un ejemplo de los asentamientos fortificados característicos de Galicia. Este poblado alcanzó su máximo apogeo entre los siglos I a.C. y el II, demostrando ser un centro de actividad humana notable durante ese periodo.
La configuración defensiva de Troña está compuesta por una muralla, un foso y varios parapetos que juntos creaban una barrera formidable contra posibles invasores o amenazas. La complejidad y el diseño de estas fortificaciones revelan un alto grado de organización social y un profundo conocimiento de técnicas defensivas.
Dentro del recinto de este yacimiento, se han identificado treinta estructuras de diversas formas, incluyendo construcciones circulares, elípticas, cuadradas y rectangulares. Esta variedad arquitectónica sugiere una rica diversidad en las funciones de las edificaciones y, posiblemente, en la estratificación social de sus habitantes.
Un elemento que sobresale en el paisaje del castro es un petroglifo de significativa importancia cultural conocido como A Serpe de Troña. Este grabado, situado en posición heráldica sobre la cara vertical de una roca, añade una dimensión espiritual o simbólica al sitio, ofreciendo a los investigadores y visitantes un vínculo directo con las creencias y la iconografía de las personas que una vez habitaron este lugar.
Castro de A subidá
El Castro da Porteliña, también conocido como el Castro de A Subidá, está situado en un punto intermedio entre las parroquias de San Xurxo de Mogor (Marín) y San Xián (O Rosal). Este yacimiento es atravesado por la ruta de senderismo del Coto das Penizas, que comienza en el lavadero del río Lameira y se extiende un kilómetro cuesta arriba hasta el poblado, invitando a los visitantes a explorar este histórico enclave.
Representa un destacado asentamiento de la era romana, datado entre los siglos I y IV d.C. Ocupando más de tres hectáreas, este sitio arqueológico se caracteriza por su impresionante doble amurallamiento, testimonio de su importancia y fortificación en aquel período.
Las exploraciones realizadas en la década de 1980 revelaron la existencia de varias estructuras residenciales circulares, un rasgo típico de la arquitectura de los castros. En el año 2011, se emprendieron trabajos de restauración en el sitio con el fin de preservar y poner en valor algunas de estas viviendas antiguas, reforzando así la conexión con el pasado de la región.
Entre los numerosos hallazgos arqueológicos del castro de A Subidá, destacan especialmente los objetos relacionados con la metalurgia, como colgantes, crisoles y otros materiales vinculados a esta actividad artesanal, que subrayan la relevancia de la metalurgia durante la Edad de Hierro, no solo en el noroeste de la Península Ibérica, sino en toda su extensión. Estos artefactos no solo atestiguan el avanzado nivel técnico y artístico de sus habitantes, sino que también nos ofrecen una ventana única a una de las facetas más importantes de su economía y sociedad. Gran parte de estos objetos de bronce se conservan hoy en día en el Museo de Pontevedra, donde contribuyen al estudio y la apreciación del gran patrimonio cultural de la región.
Castro de Toiriz
Situado en Silleda, en un destacado punto de interés cultural y turístico dentro del patrimonio de la provincia de Pontevedra. Este sitio es uno de los aproximadamente 20 asentamientos castrexos identificados en el municipio, situado en la Comarca de Deza, que destaca por su significativo legado histórico. La intervención de la Diputación de Pontevedra en la musealización del Castro de Toiriz ha transformado este yacimiento arqueológico de la Edad de Hierro.
Se caracteriza por estar conformado por dos recintos amurallados. El primero, de forma casi circular, se encuentra en la cima del monte, conocido como Eira dos Mouros, mientras que el segundo se extiende en una elevación más baja, adyacente al primero por el sur y este y está protegido por un sistema defensivo adicional, que consiste en un foso y un parapeto, demostrando la importancia estratégica y defensiva del asentamiento.
Se han llevado a cabo diversas acciones dirigidas a la restauración y valorización de este sitio arqueológico desde el año 2004, culminando en 2006 con la creación del Colectivo pola Recuperación de Os Castros de Toiriz, un grupo dedicado a su recuperación y estudio. La aldea fortificada se originó alrededor del siglo IV a.C, según la estimación de los arqueólogos en base a los hallazgos de restos cerámicos en el sitio.
Más allá de su valor patrimonial e histórico, el Castro de Toiriz también es el foco de varias leyendas, lo que añade una rica dimensión cultural y mítica a su estudio y conservación.
Castro de Pedra Moura
Situado en la parroquia de Borreiros, en Gondomar, se alza un alto de 198 metros que ofrece una panorámica de la bahía de Baiona. Este mirador, que se extiende desde Monteferro hasta Cabo Silleiro, no solo proporciona vistas increíbles de la bahía sino que también lo hace del valle del Miñor. Esta ubicación privilegiada fue el sitio elegido por un antiguo poblado castrexo hace casi tres milenios, aprovechando su estratégica posición sobre la región. Los vestigios arqueológicos indican una larga ocupación desde la Edad de Bronce, pasando por la Edad de Hierro, hasta llegar a los primeros siglos de nuestra era. Con el transcurso del tiempo, este lugar también fue escogido para establecer una torre o fortaleza defensiva, que jugó un papel crucial en la vigilancia de la costa y el valle circundante.
Además de su importancia histórica, el área está salpicada de notables sitios y atalayas, incluyendo el desaparecido castillo de Sta. Helena en el Outeiro dos Mouros, el Monte Galiñeiro con sus restos fortificados y el Aloia, entre otros. Sobre el castro se pueden observar los restos reconstruidos de lo que fueron tres viviendas circulares, así como la croa, terraplenes, fosos, restos de murallas y también una piedra con inscripciones milenarias con una cruz cristiana de posible origen medieval, que se superpone a simbolismos paganos anteriores, junto a marcas que evocan leyendas locales de seres míticos y encantamientos.
La leyenda más resonante vinculada a este lugar es la de un pasadizo secreto que conectaba el castro con la fortaleza de Monterreal, en Baiona. Aunque el sitio fue objeto de excavaciones y acondicionamiento en 2008, señalizándolo y rehabilitándolo, actualmente permanece en estado de abandono. El mantenimiento parece haber sido descuidado, con la vegetación invadiendo las estructuras y una señalización deteriorada que apenas permite vislumbrar la riqueza histórica del lugar. Este descuido se suma al daño previamente causado en los años 80, cuando se abrió una pista que afectó severamente la muralla norte del yacimiento, un sitio de valor arqueológico reconocido ya desde inicios del siglo XX.
Castro do Alto da Medoña
Este punto de interés histórico recibe varias denominaciones como Castro do Alto da Medoña o Monte do Castro, haciendo honor al yacimiento encontrado allí, conocido también bajo nombres como Castro de Saiáns o Castro de Estea.
Se ubica en la parte meridional del municipio de Vigo, en los Montes de Saiáns y rozando los confines con Nigrán, en una colina que alcanza aproximadamente 150 metros sobre el nivel del mar. Este sitio alberga los vestigios de un antiguo castro datado desde la Edad de Bronce. A pesar de no haber sido objeto de excavaciones arqueológicas, el lugar se presenta en condiciones óptimas para la visita.
Además de su rica historia, el castro ofrece vistas impresionantes de las Islas Cíes y la entrada de la ría de Baiona, convirtiéndose en un punto estratégico para la observación y vigilancia en tiempos pasados. Los descubrimientos en el sitio, incluyendo 27 hachas de talón con argollas halladas en 1989, sugieren que su origen podría ser anterior a la Edad de Hierro. Sin embargo, no se aprecian estructuras habitacionales o edificaciones debido a la falta de excavaciones arqueológicas significativas en el área. El castro se distingue por su excelente estado de señalización y mantenimiento, resultado del esfuerzo de la Comunidade de Montes Veciñais en Man Común San Xurxo de Saiáns y la colaboración del Instituto de Estudos Miñoranos, marcando un precedente para la conservación del patrimonio arqueológico en la región mientras se aguarda por futuras investigaciones que puedan ofrecer una comprensión más profunda de estos yacimientos históricos.
Castro da Punta do Muíño de Vento
La historia del asentamiento de Castro da Punto do Muíño de Vento en la parroquia de Alcabre (Vigo), se remonta al siglo VIII a.C., marcando su inicio durante la Edad de Bronce. Este período se caracteriza por el hallazgo de hachas de talón, evidencia de intercambios comerciales con otras comunidades a lo largo de la costa atlántica europea. Las viviendas de aquel tiempo, construidas primordialmente de madera y paja, no han dejado una huella significativa en el registro arqueológico, lo que sugiere la naturaleza efímera de estas estructuras.
Hacia el este del castro, se encuentra una sección que revela capas arqueológicas del siglo IV a.C., donde se destacan tres piedras en posición vertical que se cree formaban parte de un altar de origen iberopúnico. Este hallazgo se complementa con restos de cerámica provenientes del sur de España, vinculados específicamente al comercio de pescado salado, lo que demuestra las conexiones comerciales entre las culturas del Mediterráneo y el Atlántico.
Posteriormente, hacia el comienzo del siglo I a.C., el área fue gradualmente abandonada para dar paso a la construcción de villas y factorías romanas enfocadas en la producción de pescado salado. Entre los siglos I y III d.C., el asentamiento dejó de ser habitado y su espacio fue reutilizado como cementerio, con la presencia de tumbas sencillas que marcan el uso final del sitio.
Castro de Vigo
El Castro de Vigo, ubicado en la ladera del Monte del Castro en la ciudad olívica, representa un asentamiento castrexo de significativa importancia histórica. Los hallazgos arqueológicos en este sitio corresponden solo a una fracción del poblado que, se estima, cubría ampliamente las laderas del monte y estuvo habitado desde el siglo II a.C. hasta el siglo III d.C. Se cree que su abandono se llevó a cabo de manera pacífica, probablemente debido a la reubicación de sus habitantes hacia el Areal, una zona más cercana al mar.
Los trabajos de excavación y estudio en el castro han permitido la reconstrucción de tres estructuras habitacionales, las cuales reflejan las etapas iniciales de la ocupación romana en el área. Estas reconstrucciones incluyen una vivienda de forma circular con un vestíbulo adjunto, un almacén y una estructura habitacional de forma cuadrangular que se hizo tras la conquista romana.
Estos descubrimientos ofrecen una ventana al modo de vida y la organización espacial de los antiguos habitantes del castro, ilustrando la complejidad y el dinamismo de este asentamiento a lo largo de los siglos.
Castro de Baroña
Ubicado en la parroquia de Baroña, dentro del municipio de Porto do Son, el Castro de Baroña se asienta en una península y data de los siglos I a.C. a I d.C. Este antiguo asentamiento se caracteriza por contar con dos murallas defensivas y la preservación de veinte estructuras habitacionales de forma circular u ovalada.
Además, un foso de cuatro metros de ancho por tres de profundidad en el istmo que conecta el poblado con el exterior servía como primera línea de defensa, complementado por una muralla construida con dos muros de mampostería y un relleno intermedio de arena y piedras, diseñada para cerrar el espacio sin ocupar con viviendas.
La estructura defensiva principal se mantiene en buen estado y se divide en dos secciones. La entrada al castro se facilita mediante una rampa que da acceso a una zona habitada, dividida en cuatro sectores, cada uno con distintas funciones, incluyendo posibles forjas y áreas de vivienda que rodean una plaza protegida del viento.
El acceso al agua fuera del asentamiento era esencial para la supervivencia, con la dieta principal de sus habitantes basada en recursos marinos y ganadería. El castro también evidencia actividad metalúrgica, así como trabajos en piedra y tejido, lo que sugiere una comunidad autosuficiente con una gran vida cotidiana y económica.
Estos han sido los castros celtas que recomendamos visitar en las Rías Baixas. ¿Te has perdido la parte I? ¡Léela ahora y descubre el resto de castros que te esperan!
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